El Hospital General de Zona # 14 y la residencia de medicina interna
Si aún estás en la universidad, probablemente vives con tu familia. Si estás en tu servicio social, quizás ya has caído en cuenta un poco sobre lo que significa alejarse de ella. La juventud encierra sueños, deseos, y una curiosidad irrefrenable que nos impulsa a dejar de lado el presente a cambio de nuestro futuro. Crecemos ansiosos de saber qué hay en el mundo exterior. La invitación es, siempre, tentadora.
Hemos pasado tanto tiempo junto a los nuestros, conviviendo desde hace tantísimos años, que inconscientemente asumimos que siempre van a ahí, en la misma mesa, en los mismos cuartos, interactuando con nosotros por toda la vida, cómo han interactuado siempre. Parece que la muerte y el tiempo no aplicarán para nuestra familia. Nuestro entorno inmediato, pues, debiera estar a salvo.
No reparamos mucho en lo transitoria que es nuestra etapa al lado de los que nos criaron. Pocas veces se profundiza en el valor que posee el rechinar de nuestra cama, aquel mueble viejo, el aroma de la comida de casa, la puerta que, quizás carcomida de cierta parte o medio despintada, acusa el paso de los años; se observa sin tanta emoción el camino que recorre el perro que nos ha recibido y despedido día tras día, en fin, tantas cosas tan palpables, pero tan invisibles que habitan en nuestra cotidianeidad.
Pocas veces valoramos, en su justa dimensión, los momentos que pasamos junto a las personas que le dan vida a esa puerta, a esa casa, a ese cuarto. Asumimos como inmutable el que hermanos, padres o abuelos estarán siempre e, incluso, se buscan alternativas para pasar fechas tan especiales como navidad o año nuevo fuera de casa. “Romper la rutina del festejo acostumbrado” se convierte en una meta, porque en este repetido ambiente “no sucede nada nuevo”. La lentitud familiar le queda corta al brío del joven, inmaduro todavía para darse cuenta de lo que está dejando ir. Siempre pasa.
Pero nada es inmutable, nada es eterno, todo cambia y se va.
Porque la medicina te dará muchas cosas, pero también te quitará otras, cobra muy rápido las facturas y paga muy lento. Atentará rápido contra lo que consideres más sagrado para ti, te alejará de tu familia, te llenará de cansancio, impotencia y nostalgia por tu, cada vez, más antiguo pasado, mismo que irás viendo desvanecerse lentamente frente a ti, cual playa distante de la embarcación que te lleva mar adentro, o avión que te aleja del suelo. Los desvelos, el cansancio, te invitarán a preguntarte si el camino elegido fue el correcto. Todos nos enfrentamos cara a cara, y más de una vez, con nuestra amarga realidad. Medicina está llena de esas invitaciones que, aderezadas de nostalgia o de tristeza, nos llevan a encontrarnos con el resultado actual de nuestras decisiones pasadas.
Sé que serás un gran médico pero, antes, en tu anecdotario estarán los cumpleaños que festejaste sin ellos, los que “siempre estaban a tu lado”; verás acumular las navidades, los años nuevos, los días de las madres, los días del padre y tantos otros momentos más, debido a tu inmersión en la medicina. Nadie podrá seguirte a semejante profundidad. Paliarás las ausencias con la tecnología, consolándote a ratos de que «ellos entienden que este paso era necesario” y, también a ratos, el pensamiento no será suficiente. Sin embargo, el tiempo hará que las recaídas sean, cada vez, un poco menos. Todo cicatrizará, pero no sanará, no luches contra eso.
No sé si alguna vez lo has presupuestado, pero la última navidad antes de entrar a tu internado o a tu especialidad médica, podría ser la última que te pertenecerá. Esa última oportunidad podría ser la noche entre el 24 y 25 de diciembre que está a punto de llegar.
A partir de entonces, iniciará el viaje vertiginoso. Seguro podrás aspirar a festejos apresurados para, al día siguiente, cuando todos duerman, tener que madrugar y dirigirte a tu hospital, que podría estar en otra ciudad (recuerdo haberme ido desde Culiacán Sinaloa hasta Los Mochis, muy avanzada la madrugada, para recorrer esas 3 horas y media de camino y llegar a mi guardia del 25 de diciembre al Hospital General de esta última ciudad). Las enfermedades, los pacientes y los hospitales no cierran, no cesan, vas a tener que estar. Con el tiempo intentarás hacerte fuerte a través de la ilusión de que podrás recuperar esos 4 o 5 años familiares perdidos una vez terminados tus estudios, ya como médico a cargo, pero difícilmente será así. Como flamante refuerzo de las instituciones públicas de salud (si ese es el camino que eliges), también deberás cubrir esos días, permitiendo a quien llegó antes que tú, hacer eso que deseas pero que, ahora, tampoco puedes. Ni así podrás recuperar el tiempo transcurrido.
Será común tu ausencia total del festejo comunal. Con suerte, contarás con la presencia de tus padres o algunos miembros de tu familia, allá donde estés estudiando, pero la plenitud presencial ya no se alcanzará. Los lazos familiares nunca se romperán, pero los recuerdos de esos festejos empezarán a adquirir vida propia y surgirán entre conversaciones, sueños, vivencias, avivados por las imposibilidades de tu siempre nueva vida, que cada día tendrá un rumbo más definido.
Tal vez, entre el 24 y 25 de diciembre sea la última oportunidad que tengas para hacer tuyo cada rincón de tu casa, cada grado centígrado de calor del hogar que te formó, cada sonido de la voz de los tuyos, sus gestos, su esencia. No desaproveches la oportunidad. Las posibilidades de no poder ser lo que eran son muy altas, aunque toda evolución tiene el potencial de mejorar las cosas.
Vive esta noche como ninguna otra, y llénate de la energía suficiente para impulsarte en los años por venir y en los momentos difíciles que te encontrarás en el camino. Habrá muchos.
Se acerca el momento en que te darás cuenta que nada era monotonía en aquella casa que te vio crecer.
Como dijo Víctor Hugo, cada puerta, cada ventana y cada piedra, tenía una razón de ser y de existir, nada sobró nunca en esas cuatro paredes. Su plusvalía aumenta a cada minuto que transcurre una vez que nos hemos ido de casa y, para cuando estés repitiendo estas palabras a alguien que vaya a emprender el camino que tú has recorrido, lo que te perteneció y viviste entonces, tendrá un valor incalculable.
Feliz navidad, médico, seas estudiante o no. Que la plusvalía futura, sea buena contigo.